La enfermedad se puede clasificar de varias maneras. En función de la necesidad de un tratamiento con insulina, hablamos de diabetes insulino-dependiente o no insulino-dependiente, por otro lado también es frecuente clasificar al igual que en medicina humana como tipo 1 (cuando hay una deficiencia absoluta de insulina) o tipo 2 (si existe resistencia a la insulina, puede ser a su vez insulino-dependiente o no).
¿Por qué se produce la diabetes?
La causa primaria va ligada a una afección directa del páncreas, como la pancreatitis o insuficiencia pancreática exocrina, pero también existen causas predisponentes que afectan de manera indirecta a la función de las células del páncreas, como los glucocorticoides, la progesterona, la obesidad o determinadas infecciones.
Aunque es la misma enfermedad, existen ciertas diferencias entre la diabetes canina y la felina, así que vamos a hablar un poquito de cada una de ellas, ¡no te lo pierdas!
Diabetes canina.
Aparece con más frecuencia en hembras de entre 7 y 9 años, habiendo razas predispuestas como el Caniche, Teckel, Golden retriever o los terrier. La gran mayoría de los perros diabéticos tienen diabetes tipo 1, por lo que es necesaria la administración de insulina de por vida.
Para entender mejor la enfermedad y sus síntomas, es necesario saber un poco sobre su patogenia: al existir falta de insulina, la glucosa de los alimentos no entra en las células y pasa al torrente sanguíneo en su totalidad, produciendo una hiperglucemia. Cuando esta cantidad de glucosa es tan elevada que supera el umbral renal, la glucosa se elimina por orina (glucosuria) y es lo que origina que el perro orine más cantidad (poliuria), lo que como compensación provocará que el animal beba más cantidad de agua (polidipsia). Además, al haber menos glucosa en los tejidos se produce una pérdida de peso y se estimulan las células del centro de la saciedad provocando que el animal coma más (polifagia). Al no haber glucosa para la obtención de energía, se tienen que activar otras fuentes de obtención de energía, como la lipolisis de los ácidos grasos, que produce acidosis. Igual que con la glucosa, cuando los ácidos superan el umbral renal, se liberan en la orina (cetonuria), provocando deshidratación, y dando lugar al cuadro de descompensación llamado cetoacidosis diabética.
Por tanto, ¿cuáles son los síntomas que nos hacen sospechar de diabetes?
Los síntomas clásicos son las tres “poli”: polidipsia o aumento de la ingesta de agua, poliuria o aumento de la cantidad de orina, y polifagia o aumento de la ingestión de alimento, acompañado además de pérdida de peso.
Si existen complicaciones también podemos observar cataratas, retinopatías, pancreatitis, lipidosis hepática, infecciones bacterianas, nefropatías, neuropatías y cetoacidosis diabética. La cetoacidosis es la complicación final de todo diabético descompensado, es grave y requiere un tratamiento diferente al de la diabetes.
Diabetes felina.
A diferencia del perro, en gatos es más habitual la diabetes tipo 2. Afecta con más frecuencia a machos mayores de 6 años, y está asociada a la obesidad, ya que ésta produce resistencia a la insulina por lo que es necesario que el animal pierda peso. En los gatos, la diabetes se puede confundir con hipertiroidismo, así que es fundamental realizar las pruebas correspondientes para descartarla. Por suerte, en el gato la diabetes puede curarse si se diagnostica pronto y se realiza un tratamiento y control adecuados, por lo que los primeros meses tras el diagnóstico son clave para su remisión.
Los síntomas son los mismos que en perros. Aunque en el perro las cataratas son frecuentes, en los gatos no, siendo en estos la complicación más frecuente la neuropatía periférica, que hace que adquieran una postura plantígrada, normalmente en las extremidades posteriores.
¿Cómo se diagnostica y trata la diabetes?
Para confirmar la enfermedad hay que tener en cuenta la sintomatología, y además realizar analíticas de sangre y orina que confirmen hiperglucemia en ayuno y presencia de glucosa en orina. Existe otra prueba, la medición de la fructosamina, que es una proteína que refleja la concentración de glucosa de las últimas 2-3 semanas, por lo tanto, podremos confirmar con ella que no estamos ante una hiperglucemia transitoria, como ocurriría en casos de hiperglucemia por estrés.
El objetivo del tratamiento es disminuir o eliminar por completo los síntomas y mantener la glucemia en niveles próximos a la normalidad, para lo que es necesario la administración de insulina, un cambio de dieta a una rica en proteínas y baja en hidratos de carbono, realizar ejercicio, bajar de peso en casos de obesidad, y por supuesto, realizar controles periódicos de la enfermedad.
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Aunque es una enfermedad de fácil diagnóstico, el control puede ser complicado en algunos casos, por lo que se necesita hacer controles periódicos para valorar posibles cambios y ajustar el tratamiento. La cooperación del propietario es muy importante y necesaria para el buen pronóstico de la enfermedad, ya que si conoce bien los signos de hipoglucemia puede acudir rápidamente al veterinario para que tome las medidas pertinentes. Muchos propietarios son capaces de medir la glucosa en sangre y en orina con la ayuda de un glucómetro o tira de orina respectivamente, y administran ellos mismos la insulina.
Ya sabes, si tu compañero de vida ha sido diagnosticado de diabetes, ¡sigue al pie de la letra las indicaciones de tu veterinario!