En primer lugar comentar que hay razas especialmente glotonas como el Labrador, el Bulldog inglés o el Beagle, muchos serían capaces de comerse el saco entero de pienso de una sentada si tuvieran libre acceso, pero no es para nada algo recomendable.
En otros casos no es tanto la relación con la raza, sino con secuelas de la vida anterior a su llegada a casa. Es frecuente ver ansiedad por la comida en perros rescatados, ya que sus condiciones de vida no han sido buenas, apenas comían o tenían que buscarse las mañas para conseguir algo que llevarse a la boca, incluso tenían que competir con otros perros por su ración de comida diaria. Ahora, por suerte, se encuentran frente a una situación totalmente diferente, en la cual nada ni nadie les impide tener sus necesidades básicas cubiertas, por lo que necesitarán un periodo de adaptación en el que requerirán de nuestra ayuda y acompañamiento.
Este hábito suele conllevar ciertos problemas de salud que pueden afectar gravemente al bienestar de nuestros mejores amigos. Al comer rápido no se produce una correcta masticación y además se ingieren mayores cantidades de aire, pudiendo desembocar todo ello en torsión de estómago, regurgitación, vómitos, atragantamientos, malabsorción, así como otros problemas relacionados con el aparato digestivo.
Para ayudar a nuestro perro a minimizar esa obsesión por la comida y que se convierta en un perro más equilibrado y feliz, vamos a daros algunos consejos en cuanto a buenos hábitos, así como trucos para que vuestros perros coman más despacio.
Cuantas más tomas, mejor. Lo primero es revisar la tabla nutricional del alimento de nuestro perro, y calcular cuánta cantidad de comida diaria le corresponde según su tamaño y actividad diaria. Una vez conozcamos dicha cantidad, debemos dividirla en un mínimo de dos tomas al día. Aunque si nuestro perro tiene demasiada ansiedad por la comida, quizás sea interesante dividirlo en más tomas para que así la ingesta no esté muy separada en el tiempo y, de esa forma, se pueda regular para que no esté intranquilo pensando si comerá, o no. Así mismo, debemos tener en cuenta que el alimento sea de calidad, ya que si no es lo suficientemente equilibrado, puede hacer que el perro no esté satisfecho, y siempre tendrá sensación de hambre por mucho que coma.
Establecer una rutina. Si su toma diaria la dividimos en tres porciones, por ejemplo después del paseo de la mañana, de la tarde y de la noche, siempre que subamos a casa después de ese ratito de ocio, le daremos su alimento. Hay veces que nos podemos adelantar o retrasar en el paseo, pero si nuestro perro relaciona el volver de la calle con la comida, tiene que recibirla, ya sea media hora después de lo normal porque ese día nos hemos entretenido, o media hora antes porque hacía tanto frío que hemos reducido un poco el ratito en el parque.
Evitar la competencia. Si son varios los perros que comparten hogar, hay que evitar la competencia por el alimento entre ellos. Cada uno tiene que tener su plato con su cantidad específica, y a poder ser con una distancia de separación suficiente para evitar que se vayan pasando de plato en plato intentado robarle algún granito al compañero. El hecho de sentir que tu comida peligra, supone comer aún más rápido para que nadie te la quite, así que si existe este tipo de comportamiento lo mejor es separar a los animales en habitaciones diferentes durante la comida, así estarán tranquilos.
Si ninguna de las precauciones anteriores parece tener resultado frente a la ansiedad por la comida tenemos en el mercado herramientas indicadas para estos casos…
Comederos antiglotones o antivoracidad. Estos recipientes tienen ciertas barreras que hacen el acceso al alimento más difícil, el perro tarda más tiempo en coger los granitos de pienso y, de esta forma, se ralentiza el proceso de ingesta. Otro truco casero es utilizar el comedero habitual, pero introduciendo junto al alimento pelotas o algún juguete que tenga que mover o retirar para poder tener acceso a la comida.
Juguetes interactivos. Los juguetes dispensadores de alimento suelen ser herramientas muy eficientes, en los cuales se introducen las bolitas de pienso y el perro tiene que ir moviendo el juguete de tal manera que la comida vaya cayendo. Es una forma de ralentizar la velocidad de ingesta, además de estimular el olfato y el trabajo mental del perro.
El método más sencillo. Aún más simple es esparcir alimento por el suelo, aunque menos higiénico. El hecho de tener bolitas de pienso repartidas por una superficie de mayor tamaño que un recipiente, hace que tenga que desplazarse y rebuscar, favoreciendo igualmente todo lo mencionado anteriormente.
El momento de la comida debe ser un instante placentero para nuestro perro, y está en nuestra mano ayudarle a que corrija hábitos que le generan ansiedad o, mucho peor, que le puedan acarrear problemas de salud graves, así que no dudes en poner en marcha todas las recomendaciones para que su relación con la comida no sea una tortura, sino una satisfacción.