La temperatura normal de perros y gatos se encuentra en el intervalo comprendido entre los 38 y 39 grados Celsius, aunque puede ser normal hasta 39.5 grados sin que exista fiebre. Hay que tener en cuenta que en ocasiones factores como el estrés del trayecto a la clínica, pueden aumentar levemente la temperatura corporal, así que el ideal es tomar la temperatura en condiciones en que el animal esté tranquilo.
En este artículo queremos contaros detalles básicos sobre la fiebre o pirexia en perros y gatos, para que así podáis ayudarles un poquito más. ¡Atentos!
¿Por qué se produce la respuesta febril?
El cuerpo de perros y gatos (y el nuestro) cuenta con un termostato propio ubicado en el hipotálamo. Cuando entran en el organismo diferentes agentes causantes de fiebre (o pirógenos), estimulan la producción de otras sustancias, como las citoquinas, que a su vez estimulan la síntesis y liberación de prostaglandina E2, que sería la mediadora central de las respuestas que conducen a la fiebre. Una vez llega la señal al hipotálamo, este cambia el punto de referencia de su centro termorregulador, elevando la temperatura basal. Al tener fijada como normal una temperatura superior, se ponen en marcha una serie de mecanismos para aumentar la producción de calor en el organismo, de ahí que el animal tenga escalofríos, ya que las contracciones generan calor. Por otro lado, también entran en funcionamiento mecanismos para disminuir la disipación de calor, como la disminución de la perfusión percutánea, y como adaptación para intentar eliminar algo de calor habrá una hiperventilación, lo que justifica que al animal le aumente su frecuencia cardiaca y respiratoria.
La fiebre contribuye a la eliminación de los agentes patógenos, y actúa como coadyuvante de la función del sistema inmunológico. incluso puede aumentar el efecto bactericida de algunos antibióticos, de ahí que adquiera un importante rol en la defensa del organismo.
¿Cómo podemos detectarla?
Algunos síntomas pueden alertarnos de que nuestro amigo tiene fiebre, como el letargo, apatía, un estado de ánimo deprimido, somnolencia, pérdida de apetito, secreción nasal, deshidratación, temblores, o aumento de la frecuencia cardiaca o respiratoria. Como siempre, acudir a nuestra clínica veterinaria de confianza estaría indicado ante cualquier sospecha de que nuestro mejor amigo puede estar enfermo.
¿Qué puede causar fiebre?
Lo más común es que la causa sea una infección vírica, bacteriana o parasitaria, o una inflamación no infecciosa (por ejemplo, ante algunos traumatismos). También puede aparecer una respuesta febril tras la vacunación, por la ingesta de algún fármaco o droga, por envenenamiento, o tumores.
Para tratarla, es fundamental encontrar la causa.
No siempre que nuestro perro o gato tiene hipertermia, es sinónimo de fiebre. Por ejemplo, un aumento de temperatura corporal por un golpe de calor no es fiebre, ya que esto se produce por una mayor absorción corporal de la temperatura ambiental, pero no se produce ningún cambio en el centro termorregulador del hipotálamo, de ahí que tratar con antipiréticos no esté indicado.
Como comentábamos, no todas las hipertermias son febriles, e incluso las febriles no todas vienen derivadas de la misma causa, de ahí la importancia de buscar el origen para utilizar el tratamiento correspondiente.
¿Cómo se mide la temperatura a perros y gatos?
Tal y como hemos comentado, nuestros animales tienen una temperatura corporal normal más elevada que la nuestra, así que solo con notarles calientes nunca podremos asegurar que haya fiebre. El único método cien por cien seguro y fiable para medir la temperatura corporal es vía rectal con un termómetro. En el botiquín de vuestro perro o gato, recomendamos que tengáis un termómetro digital destinado exclusivamente a medir su temperatura siempre que lo necesiteis.
A nuestros animales no les suele agradar la maniobra de medición de la temperatura vía rectal, así que es mejor si pedimos ayuda a otra persona, de tal manera que una se encargue de sujetar y calmar al animal mediante caricias y palabras bonitas, y la otra proceda a la medición de la temperatura. Para que el termómetro entre más fácil por el ano, podemos cubrir la punta de vaselina o parafina líquida. Se introduce la punta lo suficiente como para detectar la temperatura interna del animal, y una vez dentro se gira levemente de tal manera que el termómetro contacte con la pared lateral del recto, y no tengamos una temperatura errónea en el caso de que haya heces en el último tramo del digestivo. Levantar el rabito nos ayudará en la maniobra, y en solo unos segundos sabremos con precisión la temperatura corporal de nuestro mejor amigo.
Tomar la temperatura en casa es de utilidad para el veterinario, ya que como comentábamos anteriormente, en ocasiones simplemente por el estrés (sobre todo en gatos), en la clínica se puede detectar una temperatura aumentada a la que 15 minutos antes tenía el animal en casa.
Ahora que lo sabes, ¡añade un termómetro clínico al botiquín de tu mejor amigo!
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