Si eres auxiliar clínico veterinario, seguro que en el día a día de la clínica habrás visto varios pacientes perrunos afectados por esta enfermedad parasitaria. Tras el diagnóstico, los propietarios suelen tener muchas preguntas que debemos saber responder, de tal manera que les ofrezcamos ese conocimiento que reclaman, y además sepamos proporcionarles esa confianza que depositan en nosotros como profesionales de la salud animal.
Hemos recopilado algunas de las preguntas más frecuentes que pueden realizarnos en la clínica, o incluso en una reunión de amigos, en el parque con los amigos perrunos, etc. ¿Repasamos conocimientos juntos?
¿Es el mosquito el que enferma al perro?
Los padres y madres perrunos sí suelen saber que en esta enfermedad hay un “mosquito” implicado, pero no que su papel es el de ser un simple vector de la enfermedad. El agente causal real es el parásito protozoo Leishmania infantum, que infecta las células de perros, gatos o humanos, después de que el insecto flebotomo transmisor del parásito, lo inocule al hospedador al alimentarse de su sangre. Así, efectivamente hay un insecto implicado, pero no es quien causa los signos clínicos, si no el agente que vehicula.
¿Qué puedo notar en mi perro si está infectado?
Un perro infectado puede no mostrar ningún tipo de sintomatología, y que su infección sea detectada en un análisis rutinario de sangre. Lo más habitual es que los propietarios acudan a la clínica porque sí han detectado algún signo clínico, pudiendo ser muchos y variados. Existen tres tipos de enfermedad: cutánea, mucocutánea y visceral, siendo esta última la más grave. Cuando sí aparece algún signo clínico, los más frecuentes son las vasculitis en las orejas, alopecia alrededor de los ojos, dermatitis, hiperqueratosis nasal, crecimiento anormal de las uñas, uveítis, sangrado a través de la nariz, cojeras, fiebre, aumento del tamaño de los ganglios a la palpación, vómitos, diarreas, pérdida de peso,… Aunque no se aprecia de forma tan evidente, puede existir afectación a nivel de órganos internos, como los riñones, siendo más grave para el animal.
¿Cómo puedo prevenir el contagio?
La prevención siempre es más sencilla, segura para el animal, y barata, así que ¡no podemos olvidarla! En el caso de la leishmaniosis, la principal barrera de lucha son los productos antiparasitarios externos (collares, pipetas) que actúan como repelentes de los insectos flebotomos. Si este insecto no pica al perro, no habrá posibilidad de transmisión del parásito. Además, existe vacunación, la cual pretende enseñar al sistema inmunitario del animal a reconocer al parásito, de tal manera que si la barrera externa fallara y se viera expuesto al parásito, pudiera reaccionar de manera más rápida y así proteger con más efectividad frente a la enfermedad. La vacunación es solo para animales que no están infectados, por lo que previo a la inoculación de la vacuna, hay que realizar el test que nos indica si existe o no infección. La vacunación por sí sola no evita que el flebotomo pique a nuestro perro, así que en todos los casos debe ir acompañada de la protección externa que hemos comentado.
Puesto que los flebotomos tienen actividad nocturna, otro método de prevención es evitar que los perros duerman fuera de casa, especialmente si vivimos en una zona con mucha prevalencia.
¿Es contagioso para otros perros o personas?
No, ¡para nada! Nuestro perro no puede transmitirnos directamente el parásito, ya que como hemos comentado, la vía de transmisión es a través de la picadura del flebotomo. Es una zoonosis, es decir, que las personas también pueden infectarse, pero no a través del contacto con los perros, sino que igualmente por la picadura del flebotomo.
En el caso de los perros, sí se conocen casos en que además de esta vía de transmisión, pueden infectarse por vía venérea, por transfusión sanguínea o durante la gestación, por transmisión de la madre al cachorro, pero no es lo habitual.
¿Hay que seguir utilizando collares y pipetas después de la infección?
Sí, ¡sin duda! Aunque un perro ya esté infectado, es importante seguir utilizando productos repelentes externos, ya que hay que evitar que un nuevo flebotomo pique a nuestro perro, adquiriendo el parásito y pudiendo transmitir este insecto a otro perro. Además, existen más parásitos perjudiciales como pulgas y garrapatas, y debemos proteger a nuestros compañeros perrunos frente a ellos.
¿Cuál es su tratamiento?
Cuando es necesario tratar la leishmaniosis canina, los fármacos que se utilizan se basan en dos vías de acción, por un lado algunos destruyen al parásito, como la miltefosina o el antimoniato de meglumina (son leishmanicidas), o pueden no destruirlo pero sí frenar su multiplicación, como es el caso del alopurinol (leishmaniostático). Además, puede ser necesario utilizar inmunomoduladores como la domperidona o los nucleótidos, que ayudan a que el sistema inmune sea más competente. Para el tratamiento siempre será el veterinario quien indique qué administrar al perro, cuándo y por cuánto tiempo.
¿Los perros se curan?
La leishmaniosis en una enfermedad crónica, por lo que aunque con la medicación se consiga la remisión de los signos clínicos y nuestro perro esté clínicamente sano, la infección persiste, así que es importante realizar chequeos periódicos y estar muy atentos a cualquier aparición de signos que nos hagan sospechar de una recaída. No hay curación como tal, pero sí se consigue un control de la enfermedad, y muchos perros viven durante años sin ningún tipo de afectación. Esto es así, porque en la progresión de la enfermedad juega un papel muy importante la respuesta inmune: hay perros cuyo sistema inmune frena completamente al parásito, otros pueden permanecer como positivos sin ningún tipo de sintomatología clínica, y otros desarrollarán sintomatología más o menos grave.
¿Qué más dudas sobre esta enfermedad crees que son habituales? ¿Alguna vez has tenido que informar sobre la leishmaniosis durante tu formación práctica en la clínica o durante tu ejercicio profesional?
¡Esperamos que estas preguntas y respuestas básicas os hayan resultado útiles!