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Inmunodeficiencia y leucemia felina, ¿qué debemos saber sobre ellas?

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Estos retrovirus insertan copias de su material genético en el ADN del gato, de tal manera que crean infecciones persistentes, que no pueden eliminarse del organismo.

El desconocimiento de estas enfermedades por parte de la población sigue provocando el rechazo a la adopción de gatos positivos, por eso, en este artículo queremos acercaros un poquito más estas enfermedades, y que veais que los gatos infectados por estos virus pueden hacer vida normal y vivir muchos años estando sanos junto a nosotros.

Inmunodeficiencia felina.

El virus de la inmunodeficiencia no se contagia fácilmente, así que por el hecho de convivir juntos y compartir areneros, comederos y bebederos. no hay riesgo de transmisión. La única vía de contagio es a través de una mordedura que traspase la piel, siendo el virus presente en saliva, inoculado al torrente sanguíneo.

Una vez que el virus está fuera del organismo, su supervivencia es mínima, de ahí que el contagio por compartir utensilios sea improbable. Además, en caso de que algún virus vivo entrara por la boca, la membrana mucosa constituye una eficaz barrera contra el virus, así que sería muy difícil que esa barrera fuera atravesada y se produjera infección.

Un animal infectado no quiere decir que esté enfermo, ya que pueden pasar años hasta que se desarrolle sintomatología, incluso hay gatos que alcanzan edades avanzadas sin haber enfermado nunca. Cuando se desarrolla la enfermedad es por la inmunosupresión, ya que la respuesta inmune normal se ve comprometida, y aumenta la susceptibilidad a otras infecciones y enfermedades. No hay signos específicos asociados con la inmunodeficiencia, pero los síntomas más comunes son la pérdida de peso, gingivitis y estomatitis, fiebre recurrente, letargo, ganglios linfáticos agrandados, enfermedad respiratoria, ocular e intestinal crónica o recurrente, enfermedad crónica de la piel, enfermedad neurológica, o neoplasias.

Leucemia felina.

Una de las diferencias principales entre ambos virus es que en el caso del virus de la leucemia, su transmisión sí se produce por vía oronasal, fundamentalmente cuando los gatos se acicalan unos a otros. Una vez que el virus entra en el organismo, se replica en el tejido linfoide de forma local y se produce una viremia, viajando el virus por todo el cuerpo a través de los glóbulos blancos de la sangre, y puede llegar a la médula ósea.

Según la carga vírica y la respuesta individual de cada gato, pueden ocurrir varias cosas: que el gato elimine la infección sin signos clínicos, que el gato mantenga una infección latente en la médula ósea durante un periodo variable (infección regresiva), o que el sistema inmune del animal sea incapaz de hacer frente al virus y se produzca infección progresiva. En este caso, el animal se vuelve virémico persistente, produciéndose la afectación de otros órganos, y dando lugar a los síntomas y a la enfermedad.

Una vez que el virus está presente en la sangre de forma persistente, los efectos más comunes de esa viremia son inmunosupresión, anemia y neoplasias, especialmente linfomas. Además, puede haber enfermedades de la piel, reproductivas, intestinales, y por supuesto mayor predisposición a la infección por otros agentes y al desarrollo de infecciones secundarias.

El virus de la leucemia es igualmente frágil y no sobrevive mucho tiempo en el ambiente, por eso para la diseminación de la enfermedad es necesario un contacto estrecho y prolongado entre gatos, siendo los gatos menores de 6 meses los más vulnerables a padecer una infección persistente.

¿Cómo se diagnostican estas enfermedades?

Para ambas enfermedades existen unos kits diagnósticos que se pueden realizar en la clínica veterinaria, con apenas unas gotas de sangre del animal y de manera rápida. En el caso de la inmunodeficiencia, estos tests detectan la presencia de anticuerpos frente al virus, mientras que el de la leucemia detecta unas proteínas virales (p27) presentes en el torrente sanguíneo de los gatos infectados.

Aunque son pruebas bastante fiables, en ocasiones podemos obtener falsos positivos o negativos, por lo que si sospechamos de ello sería recomendable recurrir a otras pruebas de laboratorio confirmatorias, como el aislamiento del virus, inmunofluorescencia o PCR. Además, es muy importante saber cuándo realizar la prueba, por ejemplo si acabamos de recoger un gato de la calle, debemos esperar al menos 28 días para realizarle el test, de tal manera que si ha habido un contacto reciente con el virus, demos tiempo a que se produzca la viremia que detecte al agente, ya que si no, podríamos tener resultados falsos negativos.

Prevención.

La mejor medida de prevención es evitar que los gatos salgan a la calle, y puedan entrar en contacto con gatos infectados. Además, la castración reduce significativamente el índice de contagios al ser los animales castrados menos tendentes a pelearse con otros gatos. Un animal que vive solo dentro de casa, o con otros gatos debidamente testados y vacunados, nunca podrá adquirir ninguna de las dos infecciones.

En el caso de la leucemia felina, existe una vacuna disponible, cuya finalidad es prevenir que los gatos expuestos al virus lleguen a estar infectados de forma permanente. Para la inmunodeficiencia, hay una vacuna que solo se comercializa en Estados Unidos, pero cuya eficacia aún no es demostrable.

¿Los gatos positivos necesitan tratamiento?

Como decimos, no todos los gatos positivos son gatos enfermos, por lo que si no hay sintomatología, no requieren ningún tratamiento. Por supuesto, una vida casera, sin estrés, protegido de inclemencias del tiempo, sin contacto con otros gatos enfermos, y con una buena alimentación, hará que su estado de salud permanezca óptimo durante más tiempo, incluso en el caso de la inmunodeficiencia, que lleguen a los 15 años o más como cualquier otro gato negativo. La administración de vitaminas y estimuladores de defensas pueden mantener el sistema inmune de nuestro gato más fuerte, y así evitar en la medida de lo posible la sintomatología. Y por supuesto, en el momento en que veamos algún cambio en su estado físico, o síntoma que nos haga sospechar, debemos acudir a nuestro veterinario, quien prescribirá el tratamiento adecuado.

Y para terminar…

Como recomendación general, siempre que vayamos a introducir un nuevo gatito en el hogar, debemos realizar una cuarentena y esperar el tiempo que nos indique nuestro veterinario para realizarle el test correspondiente. En caso de que ya tengamos gatos negativos en casa, y queramos adoptar un gato positivo a inmunodeficiencia, o al revés, la castración y una buena adaptación entre todos los miembros, hará que la convivencia sea buena, sin peleas, y por tanto puedan estar juntos sin riesgo de contagio. En el caso de gatitos leucémicos, nuestro veterinario deberá de determinar el riesgo de infección, ya que dependiendo de la fase de la enfermedad, o de si hay regresión o progresión, el gato puede ser o no infectivo para otros gatos. Además, antes de que el gatito leucémico llegue al hogar, el resto de gatos sanos deben ser vacunados cierto tiempo antes.

Desde luego, de lo que no hay duda es de que los gatitos positivos también merecen un hogar y una vida digna llena de amor y cuidados, así que si estás pensando en adoptar y te ha enamorado un gatito positivo, ¡dale una oportunidad!

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