El estrés es un mecanismo adaptativo, natural y necesario para nuestra supervivencia, ya que nos permite generar energía y respuestas gracias a las cuales podemos huir de peligros, obtener ciertos recursos,… El problema es cuando el estrés no es algo puntual y agudo, sino que se convierte en crónico, y causa problemas en nuestro organismo o el de nuestros animales.
En los momentos de estrés, se produce la liberación de determinadas hormonas como la adrenalina, que prepara al perro para la lucha o la huida, el cortisol, que aumenta el ritmo cardiaco y produce un aumento de glucosa en sangre, o la testosterona, que puede aumentar las probabilidades de que se produzca una agresión. De todas ellas, la conocida como hormona del estrés, es el cortisol, y su exceso en el organismo de nuestros compañeros perrunos puede tener muchas consecuencias negativas, ¡te lo contamos!
El cortisol, en su justa medida
El cortisol es un glucocorticoide, que es producido en las glándulas adrenales, situadas en los polos craneales de los riñones. Cuando se produce un exceso en el organismo, las consecuencias pueden ser negativas para nuestros perros.
El exceso de cortisol mantenido en el tiempo, tiene efecto sobre el sistema inmunológico, inhibiendo su correcta función y debilitándolo, por lo que el perro estará más predispuesto a posibles infecciones por agentes microbiológicos, o al padecimiento de otras enfermedades.
También influye en la regeneración de las células de todos los tejidos y órganos del cuerpo, disminuyendo su tasa normal, especialmente de la piel y el aparato digestivo.
Además, a nivel digestivo altera su funcionamiento normal, afectando a la motilidad, a la salud de la flora intestinal o a la absorción de nutrientes, por lo que no es raro que perros con estrés mantenido tengan diarreas frecuentes, vómitos, pérdida de peso, etc.
El estrés produce también problemas urinarios, lo que es más frecuente y evidente en gatos, pero también se produce en perros: aparición de cristales o cálculos urinarios, sangre en orina, dificultad para orinar, aumento de la frecuencia, etc.
El cortisol mantenido, también produce cambios a nivel de comportamiento, haciendo que el perro esté en un estado de alerta y ansiedad constante, más irritable, agresivo, aumenta la frecuencia de vocalizaciones, puede destrozar objetos con más frecuencia, etc. En general, impacta en su estado de ánimo, y produce una disminución de su bienestar a todos los niveles.
¿Qué signos pueden hacernos sospechar de que nuestro perro padece estrés?
Si conoces a tu compañero de vida, seguro que estás atento a cualquier cambio en su comportamiento, lo que te hará más fácil detectar cualquier problema a nivel emocional. No obstante, a continuación te dejamos un repaso de algunos de los signos más habituales, que pueden alertarnos sobre la disminución de bienestar en los perros.
- Aumento de la frecuencia de señales de calma, como desviar la mirada, lamido de la nariz, bostezos, caminar lento, rascarse, olfatear en exceso, sacudir el cuerpo, etc.
- Lamido excesivo, o incluso automutilación, como morderse las patas, arrancarse el pelo, provocarse heridas, etc. Esto también pueden hacerlo por picor o dolor, así que es importante descartar causas físicas.
- Hiperactividad, ya que son animales que pueden no estar quietos durante horas, morder o comer cosas, con el fin de aliviar un poco toda la tensión acumulada.
- Aparición de estereotipias. Seguro que has visto en más de una ocasión a algún animal realizando movimientos repetitivos como perseguirse la cola, ladrar sin parar, caminar haciendo el mismo recorrido una y otra vez,…
- Aumentar la frecuencia de micción o defecación, o padecer vómitos o diarrea, además de producirse un aumento o disminución del apetito, según el animal. Los problemas digestivos se relacionan muy frecuentemente con el estrés, ¡también nos pasa a nosotros!
- Temblores, jadeos y respiración rápida, como cuando hace mucho calor, pero en situaciones en las que la temperatura es normal, o no debería suponer una reacción tan exagerada a nivel de termorregulación.
Otros signos de estrés son la caída excesiva del pelo, un aumento de sudoración en las zonas de las almohadillas, o la rigidez muscular.
Ayuda a tu mejor amigo
Como ves, el estrés mantenido no es para nada saludable ni beneficioso a nivel emocional para nuestros animales, por lo que es importante detectar el detonante, y ayudar a nuestro mejor amigo a aliviar ese estrés y promover el equilibrio emocional. Algunas maneras de ayudarle son mediante la estimulación mental y actividad física, el contacto físico con nosotros, como las caricias o los masajes, creación de rutinas y horarios, refugios,… Todo depende de la causa del estrés, por lo que debemos adaptar todo a cada causa y cada animal, para lo que te recomendamos pedir asesoramiento a un especialista del comportamiento canino.
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