Lo que se produce en esta enfermedad es una falta de congruencia entre las superficies articulares de la cadera, es decir, entre la cabeza del fémur y el hueco en el que debe encajar dicha cabeza en la cadera: el acetábulo. En definitiva, lo que existe es una formación anómala de la articulación coxofemoral, que en los casos más graves puede suponer una limitación para la vida diaria del animal, y una disminución de su bienestar y calidad de vida.
Si quieres saber más sobre esta enfermedad articular de nuestros compañeros perrunos, ¡te lo contamos a continuación!
¿Por qué se produce?
La displasia de cadera tiene un origen multifactorial, así que cuando aparece no podemos hablar solo de una causa en concreto. Se sabe que existe una predisposición genética y que es hereditaria, pero no todos los perros que tienen los genes para desarrollarla, la manifiestan. Además, otros factores como el exceso de peso, el crecimiento rápido, un exceso de ejercicio o realizar ejercicios inapropiados, traumatismos leves y continuados, o una nutrición inadecuada durante el crecimiento, también predisponen a la enfermedad.
Esta patología se produce durante la etapa de crecimiento de los perros, y va a conllevar una mayor laxitud de la articulación. A medida que el perro crece, el cartílago y los huesos implicados comienzan a desgastarse, lo que con el tiempo deriva en artritis, atrofia muscular, dolor, y movilidad limitada.
Más habitual en perros de razas grandes
Como hemos comentado, la displasia tiene un componente genético, de ahí que exista predisposición racial. Las razas grandes y gigantes son las más afectadas, y entre ellas destaca el Pastor alemán, Golden retriever, Mastín español, San Bernardo, Gran danés o Boyero de Berna. En las razas grandes, el crecimiento durante los primeros meses de vida es muy rápido y puede producirse una separación excesiva entre el fémur y la cadera. Si adoptamos un cachorro de una raza grande, es importante acudir durante el crecimiento a la clínica veterinaria, de tal manera que se pueda ir haciendo un estudio de esta articulación, y más aún si notamos algún signo indicativo de displasia.
¿Qué signos de alarma podemos ver en los perros?
En ocasiones, la displasia puede pasar desapercibida. Cuando hay alguna sospecha, los signos clínicos más frecuentes incluyen cojera, posiciones anormales para sentarse, correr dando “saltos de conejo”, rechazo a jugar, correr o subir y bajar escaleras, sonidos en la articulación, dificultad para levantarse, atrofia muscular, cambios en el comportamiento, etc. Ya sabemos que nuestros animales a veces nos sorprenden, y actúan como si nada pasase, incluso cuando hay cierto dolor, pero la displasia en su avance puede ser muy dolorosa, así que es fundamental que estemos atentos a cualquier cambio en nuestros mejores amigos.
¿Cómo se diagnostica la displasia?
En torno a los 5 o 6 meses de vida es cuando normalmente empiezan a notarse algunos signos clínicos que pueden hacernos sospechar de displasia, y en estos animales hay que comenzar a realizar pruebas de diagnóstico precoz, como el test de Ortolani, o radiografías, para ver el estado de la articulación coxofemoral.
Para el estudio radiográfico, los animales deben estar bajo anestesia general para que no puedan moverse, y así la imagen obtenida sea lo más fiable posible. El animal debe estar tumbado boca arriba, con las dos extremidades posteriores bien extendidas y paralelas a la mesa, y debemos rotar internamente las rodillas de tal manera que forcemos a la cabeza del fémur a salir de su lugar en el acetábulo y así pueda evaluarse el grado de laxitud articular. Podemos encontrar diferentes grados de displasia dependiendo de si hay menor o mayor laxitud o degeneración articular, y no será hasta que el animal esté finalizando su crecimiento cuando se pueda realizar un diagnóstico definitivo.
Tratamiento médico y quirúrgico
El tratamiento variará dependiendo del grado de displasia, edad del animal, tamaño, etc, pero en general, el tratamiento médico como tal constará de condroprotectores, antiinflamatorios, y analgésicos, además de adecuar la dieta y evitar el sobrepeso.
Por otro lado, algunos animales tienen que someterse a un tratamiento quirúrgico, existiendo diferentes técnicas que se pueden emplear como la triple osteotomía pélvica, la artroplastia, incluso prótesis de cadera, pero esto siempre lo evaluará el veterinario traumatólogo según el caso.
Además, no podemos olvidarnos de la fisioterapia y el ejercicio físico controlado y adecuado para este tipo de patología, lo que sin duda ayudará a mejorar la calidad de vida de nuestro compañero perruno. El objetivo de la fisioterapia en este caso será fortalecer la musculatura, en especial la de la zona de los glúteos, ya que otorgará estabilidad y mejor movilidad a la cadera, además de que podremos reducir el dolor. Otro objetivo será el de relajar la musculatura de las tensiones que se producen por intentar compensar la debilidad de la articulación, o por las posturas antiálgicas. La hidroterapia también será de ayuda para fortalecer la musculatura, sin que haya sobrecarga en las articulaciones. En cuanto a los ejercicios, se debe evitar los impactos, saltos o carreras descontroladas.
Cuéntanos, ¿qué sabías sobre esta patología articular previamente? ¡Esperamos que hayas ampliado tus conocimientos sobre ella, y te haya resultado útil!
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