Nunca viene mal hacer un repaso sobre aquello que puede afectar a nuestros mejores amigos, así que os proponemos echar un vistazo al contenido de este post, ¡no te lo pierdas!
El moquillo, una enfermedad muy antigua
Su origen se inicia con los virus de la peste bovina y el sarampión humano, y es que pertenecen a la misma familia: Paramyxoviridae. Geográficamente comenzó en Asia, y el virus llegó a Europa alrededor del año 1760, originando brotes que acabaron con la vida de cientos de perros. Durante décadas y siglos, no se supo exactamente su etiología, hasta que en el año 1905, el veterinario francés Henri Joseph Carré encontró un agente filtrable en las descargas nasales de perros enfermos de moquillo canino. A partir de ese momento, gracias a diversos experimentos realizados por Carré y otros científicos, se consiguió caracterizar el virus y obtener diferentes cepas, algunas de las cuales dieron origen a las utilizadas en las vacunas.
Si alguna vez has oído hablar del distemper canino, o la enfermedad de Carré, recuerda que es todo la misma enfermedad: el moquillo canino.
El virus en sí
Dentro de los virus, existen muchos tipos y diferencias entre ellos. En concreto, el virus del moquillo pertenece al género Morbillivirus, dentro de la familia Paramyxoviridae, que como hemos comentado antes, también es la familia de un virus muy conocido en medicina humana: el causante del sarampión.
Es un virus ARN, de tamaño grande, con envuelta, y con un alto potencial patógeno y gran capacidad de adaptación, que es capaz de afectar a muchas especies animales. Por suerte, es un virus sensible a los agentes físico-químicos, por lo que en el entorno se puede destruir con detergentes y desinfectantes.
No solo afecta a los perros
Como decíamos, el moquillo no solo afecta a nuestros perros, si no que también causa enfermedad en otros animales domésticos, como los hurones, y animales silvestres o salvajes como zorros, lobos, osos, mapaches, ginetas, comadrejas, visones, tejones, hienas, y también en grandes felinos como leones o panteras.
Todos estos animales son terrestres, pero ¿sabes que el potencial patógeno de este virus también afecta a animales marinos? Sí, y es que hace varias décadas el virus fue capaz de sufrir ciertos cambios que provocaron que también pudiese causar enfermedad en mamíferos marinos como los delfines, las focas o las nutrias.
¿Cómo se produce el contagio?
La difusión del virus es aerógena, así que es parecido a como se propaga el virus de la gripe o la tos de las perreras. Los animales se contagian a través del contacto directo con las gotas de aerosol de la nariz, lágrimas y cualquier otra secreción de un animal infectado, ya que su excreción es por todas las vías, y durante un periodo largo de tiempo tras la infección. Así, cualquier perro enfermo debería permanecer aislado, evitando pasear por lugares donde haya otros animales, siendo una enfermedad peligrosa en centros con mucha población canina, como residencias o protectoras.
Todos los perros pueden contagiarse, pero afecta sobre todo a cachorros de entre 2 y 6 meses de edad.
¿Qué produce en el animal?
Es una enfermedad que no solo afecta a un órgano o sistema, si no que puede decirse que es sistémica. Causa afectación a nivel respiratorio, digestivo, nervioso, incluso tegumentario.
Inicialmente puede pasar desapercibida, al manifestarse signos inespecíficos como fiebre, anorexia, pérdida de peso, letargia,…
A nivel respiratorio puede aparecer como un catarro, que según la respuesta inmune del animal, puede complicarse con infecciones bacterianas secundarias y producir abundante moco verde y legañas. También puede producir tos, dificultad para respirar, o conjuntivitis.
A nivel digestivo, puede producir diarrea con disminución de la consistencia y color de las heces, vómitos,… Aunque no suele ser la sintomatología más grave.
En la piel, es muy típico el cuadro de hiperqueratosis, especialmente en las almohadillas y trufa.
Sin duda, la afectación más grave es la que se produce a nivel del sistema nervioso, y es que puede producir ataxia, convulsiones, rigidez cervical, parálisis de las extremidades, alteración del comportamiento,… Así, los animales que sobreviven, permanecen con secuelas neurológicas de por vida, al no existir una cura para esta enfermedad.
La vacunación, prevención fundamental
En el protocolo vacunal de los perros, nunca puede faltar la vacunación frente al moquillo, de hecho, es la primera vacuna que se inocula a los cachorros, junto a la del virus de la parvovirosis. Entre las 6 y 16 semanas de edad, es necesario vacunar con varias dosis frente a este patógeno a nuestros compañeros de vida. Si tienes dudas al respecto, te animamos a consultar con tu veterinario qué protocolo vacunal utiliza habitualmente para la inmunización de los perros frente a esta y otras enfermedades infecciosas.
En caso de que un perro no esté bien inmunizado, y adquiera la infección, este virus no tiene un tratamiento exclusivo ni curativo, si no que el tratamiento consiste en evitar infecciones secundarias, mediante el uso de antibióticos, y tratar los signos clínicos que aparezcan: rehidratación, medicación para vómitos y diarreas, antiinflamatorios, anticonvulsivantes, complejos vitamínicos, etc. Y por supuesto, es muy importante la limpieza y desinfección del entorno del animal, así como evitar el contacto con otros perros mientras siga excretando virus.
¿Qué sabías anteriormente sobre esta enfermedad? ¿Conoces algún perro que la haya padecido durante su etapa de cachorro?